
Hay más de veinte países hispanohablantes en el mundo y, de ellos, España ocupa el cuarto lugar, precedida por México, Estados Unidos, Colombia y seguida muy de cerca por Argentina. Sin embargo, España centraliza la industria editorial en ese idioma y es aquí donde se produce la inmensa mayoría de las traducciones que leen las regiones restantes, que no siempre son del todo bien recibidas.
La concentración editorial exacerbó esa situación. Si en los años noventa editoriales como Emecé o Sudamericana, entonces independientes, podían adquirir títulos para sus propios territorios y ofrecer sus propias traducciones, a partir del cambio de siglo los grandes grupos españoles (y muchas editoriales medianas, siguiendo su ejemplo) compran derechos mundiales para la lengua. Seguir leyendo