Viajar puede y debe ser una experiencia de aprendizaje y transformadora y, si emprendemos la aventura con mente abierta, podremos adoptar aquellos aspectos que consideremos positivos y que enriquecerán nuestro día a día incluso cuando el viaje haya terminado. Estos son algunos de los aportes que dejan los viajes:
Puntualidad: En términos generales en España la gente suele ser más puntual que en Colombia y al viajar o residir por un tiempo en el país ibérico (y más aún al norte de Europa) será necesario adoptar esa buena costumbre para evitar malas experiencias como perder una cita, un medio de transporte, o no poder realizar una gestión importante. Ten en cuenta que “la ley del cuarto de hora”, tan extendida en Colombia, es un hábito nocivo en otras latitudes.
Asertividad: Entendida como la toma de conciencia sobre nuestros deberes y derechos y el posicionamiento, la comunicación y defensa de esos derechos y de nuestras convicciones de manera firme, directa y clara, pero sin agresividad, y respetando a su vez las ideas y opiniones de los demás.
Respeto a la diversidad: Viajar amplía nuestros horizontes, nos damos cuenta de que la gente de cada país tiene sus propias y diferentes maneras de pensar, actuar, vestir, comportarse o divertirse y constatamos que nuestra cultura es una más en un amplio espectro; que no es mejor ni peor, simplemente diferente y que, por eso mismo, la nuestra y las de los demás son valiosas, porque la variedad, la diversidad implican enriquecimiento.
Ciudadanía: Viajando por países como Finlandia se entiende bien que el sentido de responsabilidad y compromiso de una persona hacia su país se expresa haciendo respetar sus derechos y honrando y cumpliendo con sus deberes frente al Estado.
También se entiende que la razón de ser del Estado, debe ser velar, servir y trabajar por el bienestar de sus ciudadanos, garantizándoles una buena calidad de vida, expresada en muy buenos servicios públicos, como salud, educación, transporte, entre otros, accesibles para todos.
Coraje: Viajar o residir por un tiempo en un país extranjero implica enfrentarse a situaciones nuevas y tomar muchas decisiones cada día (qué sectores recorrer, cómo movernos, cómo llegar al lugar elegido cuando estamos perdidos, cómo comprar, etc.) y aunque en un principio, estar en un contexto extraño pueda golpearnos la confianza, superar nuestras dudas, dificultades y adquirir nuevos aprendizajes alimentan nuestra autoestima.
Viajar exige desplegar la versión más auténtica de nosotros mismos y comprobar que podemos asumir situaciones novedosas, adaptarnos y disfrutarlas, nos aportará satisfacciones.
Humanidad: Más allá de los paisajes, los museos, el patrimonio arquitectónico o las fotos hechas, las experiencias que se quedan en el corazón son las compartidas con las personas que vamos conociendo a lo largo del viaje y que, generalmente, ponen en evidencia lo que nos define como seres humanos.
Esa conversación espontánea con la gente que te explica cómo usar esa particular máquina para comprar los billetes del tren, por dónde moverte o cómo llegar a tu objetivo cuando estás desorientad@, el que te cuenta que alguna vez ha visitado o le gustaría conocer tu país de origen, la señora que te ayuda a traducir tu petición del inglés al idioma local, o incluso aquellos que se acercan a ti simplemente por escucharte hablar en un idioma que les llama la atención, esas sonrisas, la calidez, la curiosidad, el deseo de compartir y conocer, eso es lo que nos llevamos.
Porque un viaje nos renueva y nos remueve y viene a recordarnos, por si en algún momento lo habíamos olvidado, que las verdades absolutas no existen y que el respeto hacia otras culturas es fundamental.
¿Y tú qué opinas sobre viajar? ¡Cuéntanos tus experiencias!!