Como un cuestionamiento a la inmediatez y la fugacidad prevalentes en los tiempos contemporáneos; una reivindicación de la función social y del valor cultural del ornamento e incluso como una forma de resistencia frente a lo global, de esto y mucho más nos habla la exposición “Another approach to non painting”, de Diana Velásquez.
La muestra de la artista colombiana afincada en Madrid, que actualmente se expone en el espacio “Habitar la Línea”, de esta ciudad, está compuesta por una serie de pinturas que mezclan patrones decorativos de distintas procedencias, “es un experimento híbrido y una superficie crossover’’ afirma.
Los patrones decorativos elegidos para estas pinturas provienen de estampas japonesas, cerámica mexicana o turca, porcelana rusa, prendas latinoamericanas, textiles de la India, estampados africanos, entre otros, como una reflexión que cuestiona lo global. “La obra mezcla mundos y de cierta manera, también expresa una resistencia a lo global, porque las personas que venimos de los márgenes, como algunos de estos patrones, entramos en lo global, pero la unicidad que nos conforma también es válida… y no es válida solo porque estemos en un lugar (España) más global”, asegura.
A diferencia de lo que se pueda creer en un primer momento, las pinturas no están hechas con papel pintado o serigrafía, sino de acrílico sobre algodón, y su elaboración ha implicado mucho tiempo y un trabajo detallado que pasa por crear los patrones, calcarlos a la tela, elegir la paleta, hacer distintas pruebas, decidir cómo encajar y superponer los bastidores, hasta cerrar cada pieza.
“La obra no es pintura como tal, pero es un trabajo hecho desde la pintura, manualmente en contraposición con lo mecánico que normalmente está detrás de los patrones que se imprimen seriados. Estoy hablando del fondo, de la esencia a través de los ornamentos y los patrones son una herramienta”, dice Velásquez.
“Another approach to non painting” también reevalúa y revindica el rol de lo decorativo y ornamental, generalmente considerado un arte menor. Por eso en esta muestra los ornamentos son el fondo, lo esencial, pues para esta artista a veces lo que se ve como algo superficial puede comportar una gran profundidad.
“Mis pinturas redundan en eso, pero también estoy hablando de lo artificioso que resulta vivir en el mundo de hoy, es algo que me cuestiono y que decidí incluir en el proyecto. También está lo problemático que me parece que la gente hoy en día no tiene criterio; tú le preguntas a alguien de dónde saca esa opinión y a lo mejor es porque sus amigos piensan lo mismo, o porque lo ha oído, pero no es porque se haya sentado a investigar o a leer la noticia completa, se leen titulares”, asegura.
La Espera….
“La Espera” fue una instalación de Diana Velásquez que hizo parte de la exposición AlNorte 2020 en Gijón y también fue expuesta en el Grand Palais de París, en el invierno pasado. La obra parte de una reflexión acerca de los problemas sociales, políticos, sanitarios, entre otros, pero se centra en cómo la espera y el paso del tiempo, debidos a la pandemia, afectaron especialmente a las personas mayores, a esas a las que no les quedó más remedio que esperar.
Aunque las obras son distintas, entre “Another approach to non painting” y “La Espera” puede encontrarse un hilo conductor común: la reflexión acerca del tiempo. La primera cuestiona la inmediatez y la fugacidad del mismo, mientras reivindica la necesidad de parar para pensar; la segunda obra –a su vez-, nos habla de esa espera impuesta, que más que hacer frente a la pandemia, la negó, provocando consecuencias lamentables entre la población mayor.
La pandemia en clave personal
Para Diana Velásquez, que durante años hizo proyectos sobre la crisis inmobiliaria, los desahucios y otras temáticas sociales, con diferentes reconocimientos y/o exposiciones (XXIV Circuitos de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid, Bienal de Bolivia, Casa de América, entre otros), la pandemia ha sido un período de intenso trabajo, donde ha escrito propuestas, creado proyectos, participado en convocatorias, con y sin éxito, y organizado exposiciones.
“Después del confinamiento, donde poco pude trabajar porque estaba en casa con mis hijos, creo que nunca había tenido tanto trabajo como en esta época: monté la exposición en Gijón, fui seleccionada para el Grand Palais, he estado trabajando en este proyecto y voy a participar en una exposición colectiva en Asturias”, admite con una sonrisa que mezcla algo de apuro, al considerar las difíciles circunstancias que otros han vivido en esta etapa.
Sin embargo, también admite que, pese al buen momento que atraviesa, es consciente de que esta es una situación transitoria y que el camino del arte es una carrera de fondo con altas y bajas. “Esto lo he vivido, he tenido épocas buenas, pero sé que esto va a parar y hasta que vuelva a encenderse la vela. Ahora quisiera pausar un poco, volver a investigar y empezar un proyecto nuevo (…) Lo mío es poder trabajar, poder mostrar las obras, uno tiene que seguir y a ver qué pasa”, puntualiza.